Desembarcamos, entramos de nuevo
en el edificio de la terminal y buscamos un mostrador en el que nos informen de
la situación: una huelga de controladores aéreos de Francia es la causante de
la cancelación. Tras tres horas haciendo cola, apenas nos habíamos movido del
sitio. Para entonces la compañía aérea cambiaba el billete a quien lo quisiera
por otro a un destino de España para el sábado o domingo siguientes. Los
profesores hacían gestiones por teléfono con la agencia de viajes.
La situación ya no era
preocupante, sino desesperada. Algunas de las más de quinientas personas que
estaban haciendo cola llegan a organizarse para alquilar un autobús desde Roma
a Santander (38 horas) a 150 euros por persona. Afortunadamente nuestra agencia
de viajes, Catam Tours, gestionó de modo eficaz el entuerto: solicitamos la devolución
del importe del billete cancelado y la agencia compró billetes para el vuelo
Roma-Bilbao del martes 22 de marzo, con otra compañía y desde el otro
aeropuerto de Roma, Fiumicino.
A partir de ese momento nuestros
alumnos, que estaban en contacto con sus correspondientes italianos, fueron
recogidos en el propio aeropuerto por las familias italianas, que les abrieron
de nuevo sus puertas con una amabilidad y generosidad que desbordaron nuestras
previsiones. Teníamos por delante dos días más en Roma sin haberlo buscado,
cuando esperábamos ya volver a casa y dábamos por finalizada nuestra visita.
Haciendo de la necesidad virtud,
decidimos seguir aprovechando esos dos días. Así, el lunes 21 nos acercamos
hasta San Juan de Letrán y Santa María la Mayor, que nos habían quedado
pendientes. El martes 22 pudimos terminar el desarrollo de la arquitectura
barroca visitando San Andrés del Quirinal contraponiéndola con la ya visitada
de San Carlos. Todavía tuvimos tiempo de entrar en la Palazzo Massimo, que
aloja una importante colección de escultura clásica.
A las tres de la tarde del día 22 arrancaba el autobús
con destino a Fiumicino desde la estación de Termini. Llegamos con tiempo
suficiente para subir de los primeros al avión, quizá porque estábamos deseando
ya llegar a casa. El vuelo fue tranquilo; el regreso, doblemente deseado.
Ahora nos toca devolver al grupo italiano la hospitalidad que han tenido hacia nosotros, especialmente en la circunstancia tan difícil que nos tocó vivir. ¡Os esperamos!
N.B.: Fotos de Inés Herrero.
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